En principio, cuando te escuchaba hablar sobre el desafío de la obligatoriedad y el desafío de la escolaridad de sectores atravesados por cuestiones de vulnerabilidad, la primera cuestión que vino a mi cabeza y que creo que es para nosotros central de la mirada hacia esos jóvenes, es una cuestión política.
Y para mí esto marca casi todo lo que vuelve a contactar. Es la convicción con los estudiantes. Estos jóvenes merecen estar en la escuela. Tienen que estar en la escuela aprendiendo. Y que hay aspectos de la escuela tradicional que muchas veces, sin quererlo o por mandato de la escuela, lejos de acercar a los jóvenes a las cuestiones de aprendizaje, a la cuestión, es de fortalecimiento de su identidad. Al contrario, a veces son disruptivas y hacen el efecto contrario. Entonces, desde la interpelación constante a qué pasaba en las escuelas y a las características de los jóvenes que iban ingresando y que a lo largo de mi experiencia, tanto en el cargo cuando empecé como docente hasta cuando terminé en el cargo directivo, es siempre tratar de ir leyendo esas características de los jóvenes de hoy y de esas juventudes y esas adolescencias diferentes. Porque claramente esa idea que teníamos nosotros de qué era ser joven, no es esa idea casi única y universal de que ser joven era determine nada, responder a determinados parámetros.
No era lo que acontecía en nuestros alumnado. Nuestros jóvenes trabajaban, nuestros jóvenes se hacían cargo de hermanos. Nuestros jóvenes atravesaban situaciones de vulnerabilidad extrema, extrema. Nuestros jóvenes consumían. Nuestros jóvenes trasnochaban. Iban, venían a la escuela. Te digo el turno tarde, sin almorzar.
A veces, no sólo por cuestiones económicas, sino de organización familiar. Entonces el desafío era tratar de entender esas características de nuestros jóvenes e interpelar qué era, cuál era la propuesta de enseñanza que nosotros estábamos llevando a cabo e interpelar; muchas veces nuestra propuesta, nuestros modos, nuestras exigencias, lejos de acercarlos, los dejaban afuera.
Bueno, entonces el primer punto que yo siempre remarco cuándo quiero transmitir un poco la experiencia de nuestra escuela es una clara convicción política. Es más, yo en algún momento me había hecho como algunos ítems que quería remarcar y sí, y bueno, y una de las cosas que quería remarcar era esto, sólo personal.
Si querés esta postura política de entender que educar es un acto político, lo entendí en mi lugar de trabajo, no lo entendía en mi formación, por más que en algún punto estuviese, estuviese en algunas lecturas todo, pero la entendí la vivencia en mi lugar de trabajo ante la lectura de esas situaciones de desigualdad. Para mí eso es central, porque eso direcciona tú tu trabajo, eso dirección a la mirada que vos tenés de los jóvenes. Eso tracciona los proyectos que vos querés implementar, eso tracciona el trabajo con tus compañeros, docentes, colegas, que también podría entender quepor el estilo de formación que hemos tenido todos, no necesariamente ellos tienen que tener esa visión política y no tenerla no significa descalificarlos, sino que desde la función directiva significa generar las condiciones para que ellos puedan realizar esas lecturas, puedan interpelar su formación, sus miradas.
Entonces eso a mí me parece central, central, si querés, en lo que va a ser después la gestión pedagógica, pero central también en este reconocimiento de las características de los jóvenes que van a transitar en, por lo menos en nuestras escuelas, en las escuelas del conurbano bonaerense, en las escuelas donde las situaciones de desigualdad son muy fuertes.